Había parejas, parejas que se abrazaban, parejas que se besaban apoyadas en los capós de los coches, en la pared de la Caracol, parejas que se abrazaban y se besaban como si hiciese meses que no se veían. Recuerdo esos besos y esos abrazos. Hubo una pareja entre las decenas que se besaba, les veías revivir momentos, se besaban como se debieron besar escuchando esa misma música y ahora se besaban sabiendo que el otro sabía lo que estaba pensando y que era exactamente lo mismo que él sabía que ella sabía, y luego dejaban de besarse y se sonreían. Yo pensé que besaría igual si estuviese en la misma situación. Y luego pensé que quizás sólo lo pensaba.
La tarde, lluviosa. Yo llegaba tarde otra vez, pero con la autonomía e independencias suficientes como para observarlo todo e inmiscuirme en los besos que viese conveniente y los que no me gustaban servían para que diera otro sorbo a esa Pacífico, que me recordaba mucho a la cerveza que solíamos beber antes y que nos encantaba.
Entrada la madrugada, la noche se tornó bizarra e intercambiamos móviles y lo que no son móviles, fluidos y lo que no son fluidos. Y sólo una cosa está clara: es mejor ir sola a un concierto de Sexy Sadie que mal acompañada.
Me gusta mucho esta entrada, no sé como he encontrado este blog.
ResponEliminaTe felicito, es muy personal, íntimo y bastante sincero.
Sabes expresar mucho diciendo poco.
Te sigo, puedes pasarte por el escondite de los delirios.