dimecres, 25 de maig del 2011

maricones todos.

Entres los Senufos de Costa de Marfil, los maridos, al ser polígamos, cuando cae la noche, se reúnen por turno con sus distintas esposas (una cada día) que cocinan para ellos y que les rinden los servicios del matrimonio, pero ellos no viven nunca de forma permanente con una de ellas o con los hijos que hayan tenido juntos. Entre los Nayares de la India meridional, los hombres -guerreros, y como tales, a menudo lejos de casa- no tienen la posibilidad de fundar familias estables y, por tanto, los hijos de sus uniones temporales se confían a las madres y a los parientes de la línea femenina. Pero tampoco es universal la heterosexualidad del núcleo conyugal. Entre los Yorubas de Nigeria o entre los Nuer del Sudán, por ejemplo, existen matrimonios legales entre mujeres, una de las cuales desempeña las funciones sociales y económicas propios del esposo, mientras que los hijos nacerán de la unión de la mujer-esposa con un macho que, a su vez, será una especie de sirviente de la mujer-esposo. En el Tíbet, la mujer que se une en matrimonio a un hombre, se casará sucesivamente, en intervalos de un año, con los hermanos menores, y todos los hijos nacidos de estas uniones considerarán como padre al hombre más anciano y a los demás como tíos. 
La gran variedad de reglas que contribuyen a la fundación de la familia, a su composición y a su supervivencia, demuestran que ésta no es un hecho natural, sino por el contrario, un fenómeno precisamente artificial, fabricado y por tanto un fenómeno cultural e histórico. 

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