divendres, 29 de juliol del 2011

aeropuertos que saludan.

Recuerdo cuando íbamos a las tiendas de libros a buscar los de tu hermano. Los esparcíamos por todas las estanterías posibles, sin ningún orden preestablecido, simplemente a modo de vandálica muestra de marketing literario. Un día tuvimos que dejar de esparcir los suyos para empezar a esparcir los míos. Cualquier librería o gran superficie donde dedicasen un par de stands a la lectura nos bastaban. Y es que la gente no suele quedarse con la cara de los escritores, a veces ni los apellidos permanecen grabados en el cráneo de nadie, es algún fallo cerebral debido a vete a saber tú qué motivo. La cuestión es que nadie suele quedarse con las caras de los escritores, y por eso podíamos seguir haciéndolo juntos y más ahora que el onanismo era aún mayor, aunque el premio me quedase lejos. A la gente le pasa con los escritores lo que a mí con los músicos de las bandas, no me quedo con sus caras. Por eso aquella vez que bailamos tanto y fumamos tanto y bebimos tanto y más y me tiré a aquel chico canadiense tan mono me sorprendí cuando, en un alarde de superioridad, y no sólo por la altura de los escenarios que siempre pone cachonda a más de una, me dijo que era el vocalista de aquel grupo y yo me enfadé conmigo misma por no haberlo sabido y por habérsela chupado con tanto desinterés. La cuestión es la boca estaba allí, sí, pero el contenido de mi caja torácica en su totalidad se ubicaba a miles de kilómetros al sur. 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada