diumenge, 13 de març del 2011

botswana, mon amour.



Nuestros primeros padres eran bosquimanos y se comunicaban en khoisán: la lengua ancestral de la humanidad, donde las consonantes eran chasquidos como el sonido de un beso
Estaría bien que la gente xenófoba leyese un poco el periódico, o que leyese, para comenzar a tomar consciencia de este tipo de datos.
Me gusta que nosotros mismos procedamos de migraciones que comenzaron a tener lugar hace 200.000 años. Me gusta que seamos mezcla de turdetanos, fenicios, árabes, romanos, celtíberos; que hubiese africanos que se dedicaban a penetrar a nuestras mujeres. Me gusta que seamos el pueblo emigrante por excelencia, los eternos gallegos, nietos de los abuelos que se marcharon a Alemania y Francia y trajeron consigo nuevas ideas políticas, que se empaparon de la libertad, de la igualdad y el respeto, del derecho de voto; de los derechos en sí. Derecho a existir y a aspirar a vivir en un lugar mejor, a atravesar las fronteras artificiales dibujadas durante alguna macabra partida de Risk y a ser, simplemente, personas. 
Me gusta que nuestros primeros padres fuesen negros y se entendiesen a besos. 

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