diumenge, 7 d’agost del 2011

haphazardly.




No entendí en su momento cómo te sentías cuando estuvimos en Roma y me decías que se te erizaba la piel pisando las piedras. Me resultó estúpido y un sinsentido, no eran más que piedras aunque yo no era más que una niña, y a las niñas y a los niños les gustan las piedras, se las lanzan y las esconden y a veces las muerden, pero yo prefería morder otras cosas. Recuerdo que acabamos en Roma después de todo el rollo ése de los papeles y del malentendido aquél y de la mujer ésa que se presentó en tu casa diciendo no sé qué, y le abrí yo la puerta recién levantada una mañana de aquéllas en las que me quedaba durmiendo en tu cama demasiado grande para mí sola. Roma es un buen sitio para solucionar los problemas y comer pasta después de pasarnos la mañana dormitando y follando y pedir helado en la cafetería del hotel y restregártelo con los dedos por el cuerpo y lamerlo cuando se empieza a derretir para no manchar las sábanas; para no mancharlas demasiado. 
Cinco años después reapareces entre los cuadros y las exposiciones temporales y las familias que se hacinan alrededor de los cuadros que salen en las portadas de los libros de arte y las viejas que se pegan a los marcos y los vigilantes de seguridad trajeados que recuerdan que no se usa el flash y las esculturas de arte contemporáneo de fibra de vidrio que nadie entiende pero todos contemplan, surges de las pinceladas más gruesas del lienzo aquél que no te gustaba pero que me recuerda tanto a ti y no puedo evitar sentarme enfrente de él y subir el volumen de la canción. Y entiendo ahora cómo te sentías cuando estuvimos en Roma y me decías que se te erizaba la piel pisando las piedras. Tengo toda la corteza de mis sentidos inquieta, excitada, desde hace horas y ni el tipo de la cafetería que se ha acercado y me ha invitado a cenar ha conseguido hacerme entrar en calor en el asiento de atrás de su coche. 

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