diumenge, 27 de febrer del 2011


Sí, me dijo a través de sus gafas de sol pop-star, de la misma manera que si el alga posidonia se muere entonces se muere el Mediterráneo, si se hunde Las Vegas se hunde el desierto que la circunda, se hunden todos los desiertos, y con ellos mi bikini, ¿es así o no es así?, dime, ¿es así o no es así?, y yo asentí pensando que todo aquello, nuestro Proyecto, le estaba afectando, que sus comentarios cada vez eran más, aunque lúcidos, deshilados, no sé, bebí agua carbonatada, vi pasar un balón rodando junto al amarre de un velero, después a un manco que miraba una gaviota, después a otro manco que parecía tener prisa, mientras ella continuaba argumentando que el paraíso musulmán no es el cielo sino Las Vegas, el vergel de mujeres bien dimensionadas, felicidad sin The End y agua cristalina en mitad del desierto que se les promete a los musulmanes en la otra vida si en ésta han sido buenos, y poco más tarde, ya al mediodía, salimos del bar con la noticia de la muerte de la gata, y paseamos por el muelle en silencio, viendo los barcos, las redes, los adoquines mal encajados en la misma medida que en nuestros cerebros de repente todo estaba por encajar, y todo era como ajeno a nosotros y nosotros ajenos a todo, película de super-8 en la que el mundo se mueve tembloroso, a hachazos, nosotros éramos el silencio, su silencio, el silencio entre temblor y temblor, entre fotograma y fotograma, entre hachazo y hachazo, ella con la funda rígida de guitarra en su mano izquierda, que contenía todo lo referente a nuestro Proyecto, nuestro Gran Proyecto, como nos gustaba llamarlo, y yo con las manos en los bolsillos, paleto, muy paleto, como decía aquel LP de Belle&Sebastian que el año anterior habíamos escuchado a todas horas mientras gestábamos el Proyecto, nuestro Proyecto, ambos en silencio, el silencio es importante, todo creador lo sabe, se dice más con lo que se calla que con lo que se enuncia, un buen cuadro, un buen poema, una buena casa, una buena teoría científica están armadas en torno al silencio, a ritmos de silencio (...)


Nocilla Lab, Agustín Fernández Mallo

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